Elizabeth

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Creí que comprendía la naturaleza de esta isla. Pero, al igual que Ícaro antes de mí, he volado demasiado cerca del sol. Elizabeth interpretó el papel a la perfección. Dijo cada una de sus líneas con emoción… pero cuando llegó el momento de la decapitación, vaciló. Lloró, me rogó, pero en un estúpido impulso, le ordené a Bancroft que dejara caer el hacha. Elizabeth se convirtió en polvo y no regresó… En cambio, chisporroteó con una energía que nunca antes he visto. Su voz gritó desde los cielos que yo era un hombre terrible y que me atormentaría por toda la eternidad. Luego, mi adorada musa desapareció. Alcott y Bancroft me abandonaron, aprovechando la oportunidad para escapar mientras yo lloraba sobre el escenario. Ahora Blythe ha comenzado a deteriorarse, y temo que rompa sus cadenas en cualquier momento. Cada noche me atormentan las visiones de Elizabeth, suspendida sobre mi cama para castigarme por mis pecados. Cuando se pone el sol, puedo oír su voz gimiendo detrás de las paredes. Ahora solo deseo la muerte, pero nunca llega. Cada vez que lo intento, siento que algo repugnante brota en mi interior… ¡Oh, qué tonto he sido! Qué tonto insolente, vanidoso, necio e insufrible he sido. Sabía que estaba sufriendo y no me importó. ¡Esta isla es una maldición! ¡Maldito sea el destino que me trajo hasta aquí! Si tan solo hubiese comprendido su sufrimiento. Si tan solo me hubiese preocupado por ella. – William Eastburn