El último sedal de una pescadora

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La última voluntad y testamento de Perronelle le Noir antes de perderse en las profundidades

"Las aguas se cerraron a mi alrededor y las profundidades encerraron mi alma…".– Jonás 2:5 El torrente de dolor me subsume. Mientras mis últimos vestigios de humanidad se evaporan como la espuma del mar, sé que es momento de reflexionar sobre el evento que me condenó a esta silla, esta enfermedad incurable y esta gran sensación de pérdida. Muchos años atrás, a mi hermano lo llamaban el Rey Pescador. Juntos servíamos al rey Artorius. Un día, fuimos a pescar como siempre. Lanzamos las redes al mar. De repente, oímos que algo emergió de las profundidades. Nunca olvidaré ese sonido de muerte inminente. Aún lo oigo en mis más oscuras pesadillas y mis mayores esperanzas. Ya entenderás por qué. Un monstruo como una pared furiosa de músculo y baba emergió en un estallido de las aguas y destrozó nuestro bote como si fuese un juguete. En un momento, mi hermano estaba de pie a mi lado. Al siguiente, unas fauces abiertas lo arrastraron como la marea y se lo tragaron. Desapareció tras una fila de dientes. ¡No! Nadé tras él, pero esos dientes se cerraron. Me cortaron la pierna y cercenaron el vínculo con mi hermano. Desde entonces, nunca volví a surtirme completa. La herida se niega a curarse, peno es nada comparado con perder a mi hermano. Nunca volví a verlo. Ese maldito pez lo impide de alguna manera. Pero sé que sigue con vida. Y voy a encontrarlo. Hace mucho tiempo que sigo a Gladys. Registro sus patrones y su conducta. Sé cuál es su próximo destino y qué tipo de señuelo la atrae. Pero, ay de mí, estoy demasiado débil para lanzar el sedal. A quien lea esto: todavía puedes salvar a mi hermano. Atrapa el señuelo indicado y ve al lugar adjunto. Si mis estimaciones son correctas, Gladys no tardará en aparecer. Tal vez logres triunfar donde yo fracasé. Querido hermano mío, temo que los años que nos separan pronto se extenderán a la eternidad.