El diario de Publius Canidius Craso

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Nadie puede morir…

Bueno, esta tierra continúa siendo una fuente de sorpresas. Hoy, una sacerdotisa de Isis y doncella de la reina se vino abajo, desesperada por haber fallado a la pobre reina y por el abandono de las diosas. Lo confieso, no podía estar del todo en desacuerdo: la reina lleva desaparecida desde aquel extraño informe de su secuestro durante la tormenta, y solo puedo asumir que ha muerto. Aun así, aquel exabrupto demostró ser desastroso para la moral y no me puedo permitir ningún impulso traidor por parte de nuestros camaradas egipcios. Así que hice lo más lógico y le di orden a un miembro de la decimonovena de silenciarla rápidamente. Su informe fue bastante poco ortodoxo. Al parecer, tras rebanarle el cuello la mujer desapareció en una bola de luz. Mi primer impulso fue que lo revisaran los médicos. Pero, antes de poder hacer nada, la mujer volvió a aparecer al campamento con sus mismas declaraciones pesimistas. Por ahora, la tengo encerrada en un baúl en la quilla. Tendrá que valer hasta que pueda encontrar una solución más… creativa para lidiar con los disidentes.